Retraso del crecimiento intrauterino.
Crecimiento deficiente de un bebé mientras está en el útero de su madre durante el embarazo.
Existen diversos factores que pueden llevar a que se presente un retraso del crecimiento intrauterino. Es posible que un feto no reciba suficiente oxígeno y nutrición de la placenta durante el embarazo debido a:
- Grandes altitudes
- Embarazos múltiples (gemelos, trillizos, etc.)
- Problemas en la placenta
- Preeclampsia o eclampsia.
Los problemas al nacer (anomalías congénitas) y los problemas cromosómicos a menudo se asocian con un peso por debajo de lo normal. Las infecciones durante el embarazo también pueden afectar el peso del feto. Esta infecciones incluyen:
Los factores de riesgo en la madre que pueden contribuir al retraso del crecimiento intrauterino incluyen:
- Alcoholismo
- Tabaquismo
- Drogadicción
- Trastornos de coagulación
El retraso del crecimiento intrauterino aumenta el riesgo de que el bebé muera dentro del útero antes de nacer. El retraso del crecimiento intrauterino incrementa el riesgo de complicaciones en el embarazo y para el recién nacido, según su causa. Los bebés cuyo crecimiento se ha retrasado frecuentemente experimentan más estrés durante el parto y requieren un parto por cesárea.
El bebé al haber estado expuesto a restricciones de alimento y/o oxígeno durante el embarazo tiene un claro impacto en el desarrollo. El feto debe adaptarse a esta situación modificando el desarrollo de sus órganos y puede tener serias consecuencias.
En ese sentido hay tres ejemplos claros de las consecuencias del retraso de crecimiento fetal. En el caso del cerebro, se priorizan las zonas responsables de funciones más básicas, relacionadas con la supervivencia, por encima de las superiores, más relacionadas con la inteligencia. Esto explica el incremento de trastornos del desarrollo neurológico en los niños. Por otro lado, el corazón también se adapta dilatándose más con tal de bombear más sangre con menos energía. Esto tiene como consecuencia el deterioro de las arterias y un mayor riesgo de hipertensión y otros problemas cardiovasculares en la vida adulta. Finalmente, la restricción de alimentos fuerza al sistema a acostumbrarse a gestionar una menor cantidad de alimento; después del nacimiento, la adquisición de nutrientes se normaliza pero el cuerpo no está preparado para tolerarla, lo que puede provocar trastornos metabólicos como diabetes o obesidad.
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